15 noviembre 2010

LUNA CARMESÍ

En esa tarde, la lluvia se escuchaba golpeando el pavimento, en conjunto con el único ruido en las calles que era el de los automóviles circulando por la ciudad. Las nubes que no permitían el paso de los rayos de sol, hacía que aquel ocaso fuera imperceptible, más que por un cambio sutil en la temperatura, un frio clásico de las noches de otoño. Una pareja, tratando de sobrellevar aquel manto frio que se avecinaba poco a poco, decide olvidarlo, separando su mente de aquellas sensaciones que el clima les dejaba, empezando a pensar con el deseo. La noche pasa rápidamente tras caricias, en cada beso el tiempo se descompone y deja de existir, pero aun así no es suficiente para uno de ellos. Una figura masculina, que entre sabanas estaba, deja a su hermosa dama ofuscada entre el sueño y satisfacción, acurrucada entre la calidez de su sonrisa y del amor que se había desatado en momentos previos. Ahora aquel espejo del baño reflejaba a un hombre limpiándose lágrimas que no dejaban de brotar, hasta que por fin toma un respiro y se tranquiliza un poco. Él, tranquilo se acerca de nuevo a donde su amada lo espera, ella ve con ilusión como se acerca entre la penumbra de la habitación. Él se sienta sobre de ella y le dice: Te amo. Ella inocente cierra los ojos en la espera de un beso, hasta que de repente la oscuridad se hace total y su respiración se le es impedida por una almohada sobre su rostro que es sujetada con fuerza. Esa noche la luna dejo pasar luz suficiente como para ver la espalda de aquel hombre, en la que se veía un tatuaje en forma de luna creciente.
El paso del tiempo fue inevitable, aquella noche lluviosa de otoño quedó atrás, sólo quedando el recuerdo. Ahora casi un año ha pasado, el verano está en su apogeo y unas amigas disfrutan esa tarde su compañía, un helado hace que su estancia en el parque sea más amena. Una de ellas mientras se sienta en una banca, echa su cabeza hacia atrás para poder ver las nubes, vista que es obstruida por un rostro del pasado, un amigo de la preparatoria de nombre Salvador. Aquel joven recordaba a su antigua compañera de la preparatoria, Angélica, quien en secreto le robaba el aliento y era la principal culpable de su insomnio por las noches. El reencuentro fue favorable para ambos, pues, a partir de ese día surgió una primera cita que llevo a muchas más. El cariño no se hizo esperar, hasta convertirse en amor, y aunque todo parecía perfecto, el equilibrio fue roto. Angélica quien siempre fue hermosa y carismática, le era con facilidad socializar, y aunque sentía un cariño inmenso por Salvador, un día conoció a alguien más allá de sus expectativas, “con lo que toda mujer sueña”, ella misma se decía, oportunidad única en la vida que no podía dejar pasar. Salvador, al recibir la noticia, deja ir de su lado a Angélica, pero amenaza con no darse por vencido. Llevado por los celos, Salvador se obsesiona con el amor que le arrebataron, se da cuenta que debe luchar por lo suyo, transformando sus ideas hasta convertirse en un acosador. Llamadas en cada momento del día, mensajes amenazadores, de desprecio o de súplica, ahora eran comunes en la vida de Angélica, quien decide ignorar todo esfuerzo de Salvador sin caer en la desesperación o en la lástima. Salvador, poco a poco empieza a descubrir que sus esfuerzos son poco efectivos, así que decide arrebatar el único obstáculo que queda entre ellos; él espera mimetizado en el exterior de la casa de Angélica, escondido y cuidadoso de que nadie percibiera su presencia, esperando pacientemente a que ella arribara junto con su contraparte, hasta que por fin cae la noche y lo que él esperaba, sucede. A pesar de su desesperación decide ser paciente, todo estaba en juego, así que espera el momento oportuno, y hacer su llegada una sorpresa inolvidable.
Al pasar de una hora, Salvador decide entrar a casa de Angélica sin un plan, trata de abrir la puerta y con sorpresa descubre que el seguro no fue puesto, así que con cautela entra al lugar. Al principio escucha música que proviene desde la habitación de Angélica, así que él, imaginando el desarrollo de la pasión que se pudo haber dado hasta ahora, se llena de ira, visita en primer momento a la cocina y toma un cuchillo para proseguir con su camino. Sigilosamente abre la puerta, y entre la poca luz proveniente de velas aromáticas, se veía a Angélica, sobre la cama y sin señales de su pareja. Él, con nerviosismo, toma el cuchillo con sus dos manos las cuales levanta para estocar aquel corazón que sentía de su pertenencia, dejando escapar dos palabras mientras lágrimas escapaban de sus ojos: Te Amo. De pronto la habitación se iluminó repentinamente por el fulgor de la bombilla que había sido encendida por la madre de Angélica, quien llegaba a su hogar después de un día de trabajo. La luz que ahora dejaba ver con claridad, dejo al descubierto a una angélica desnuda sobre la cama, pálida y sus ojos sin brillo, sin alguna señal de vida. La madre de Angélica dejo que el silencio se perdiera tras un grito estruendoso; Salvador sorprendido quedo sin aliento al ver el cuerpo inmóvil y sin vida de Angélica, momento que la madre de angélica aprovecha para tomar una botella de vino que se encontraba en el suelo e inhabilitar con un golpe en la cabeza a Salvador.
Cuando Salvador despierta se encuentra en una patrulla, esposado, viendo como el cuerpo de Angélica es metido en una bolsa negra. Aún sorprendido e insatisfecho se muerde la lengua para ahogarse con su sangre y alcanzar a Angélica en el más allá, y por fin ser felices.
El verdadero asesino aparece en un cementerio, frente a la lápida de una mujer, el nombre de Luna aparece en la lápida que visita, y su tatuaje en luna creciente teñida de un rojo carmesí completamente. El asesino deja una rosa sobre la tumba y termina diciendo “Siempre te amé a ti, más que a nadie. Te extraño, pensé que podría lograr llenar tu vacío, pero aun así no logro olvidarte.”

10 junio 2010

LÁGRIMAS

Quisiera llorar bajo la tormenta,
y pensar que mis lágrimas
son sólo gotas de lluvia,
purificando mi alma.

13 mayo 2010

SONIDO

Nada más relajante que el sonido que produce la lluvia que golpea constantemente sin violencia las ventanas, donde su límite son losetas de piedra que hacen que un pequeño eco resuene entre gota y gota, creando una hermosa melodía en una perfecta tarde.



19 febrero 2010

REGRESO A CASA

Ya es hora de regresar a casa, la noche obvia en el cielo, es tiempo de olvidarse del día laborioso y estresante que resultó ser. Como es costumbre el autobús en la parada del centro esperaba. Subo buscando un asiento vacío, el cual a primera existía en un primer vistazo, hasta que volví la mirada al rincón que la luz no lograba iluminar correctamente por un foco que no funcionaba como debería. Me acerco con cautela y al llegar, una chica hermosa de apariencia misteriosa custodiaba el último asiento disponible, un asiento del lado de la ventanilla en una de las secciones traseras.
¿Me permites?-Fueron mis palabras-
Sin decir nada, la chica con su inmensa gracia femenina se levantó de su asiento poniéndose a mi lado para abrirme camino, y mientras daba aquel paso que permitiría sentarme, pude percibir su fragancia dulce que emanaba de ella.
Como era costumbre el viaje implicaba recostarse en el asiento y dormir aquel trayecto algo extenso, pero aquella vez no podía; aquella presencia a un costado mio, por alguna razón, me ponía nervioso sin dejarme conciliar mi reposo.
Las luces del tráfico dejaban entrar el fulgor que acariciaban aquel rostro adormilado que descansaba sobre la cabecera del asiento a mi lado, dejando ver su piel suave, tersa y cada detalle que me hipnotizaba. Sabía que en cualquier instante podría abrir los ojos, delatando mi debilidad hacia su belleza.
Para mi infortunio no fue así.
Súbitamente la luz que era escasa en esa zona, terminó por desaparecer por completo, gracias a el fallo total de aquel foquito que nos iluminaba sobre nosotros, la luz del tráfico se había ofuscado totalmente después de la encrucijada en donde todos se dispersaban hacia diferentes destinos. El rostro de aquella chica ahora se perdía en la oscuridad. Lo único que percibía ahora, era su respiración que lanzaba hacia mi cuello, que sentía cada instante más cercana.
Mi nerviosismo no se hizo esperar, ya no podía voltear a ver su rostro por temor a que me observara; ahora agachaba la mirada que sólo me dejaba ver sus lindas manos entrelazadas en la que sus pulgares jugaban pasando uno sobre el otro.
Ese instante permitió darme cuenta que aquella chica no estaba en su totalidad dormida, al parecer fingía.
Abrió por unos instantes sus ojos curiosos, como queriendo averiguar si la observaba. En cuanto voltee nuestras miradas se cruzaron por unos instantes y ella cerró sus ojos sin discreción alguna pero con mucha premura. Su intención fue obvia para ambos, pero pretendimos que jamás sucedió, tal vez para conservar la magia del momento que se forjaba en la atmosfera. Ella no se voltea, deja su cabeza en mi dirección, incluso un poco más cerca de lo que estaba al principio. Tomo un momento para voltearme y suspirar por la tensión que me provoca.
Percibo el exterior y observo que estoy muy cerca de mi destino.
¿Qué hago?
Mi temperatura sube involuntariamente y mi corazón pareciera que quisiera salir de mi pecho hasta que me deja sofocado haciendo que respirar sea difícil. Deseo conocerla, saber a que saben sus labios.
Después de demasiado pensar me percato que el camión para, pues llegó a la primera parada, donde tengo que abandonar el autobús; los pulgares de aquella chica que dejaría de ver para siempre habían dejado de bailar y ella despertaba de su sueño falso para bajar la mirada con un aire de decepción.
Lo normal hubiera sido que hubiera pedido permiso para que me deje salir al pasillo del autobús, pero lo imposible sucede dejando que todo suceda en la oscuridad que nos rodea.