22 septiembre 2014

SIN DUEÑO

Recuerdo esa noche. La luna brillaba y devoraba a la oscuridad sin piedad.

En esa ocasión, mientras caminaba por la calle solitaria, un perro callejero se me acercó. Empezó a caminar junto a mí, como si ya nos conociéramos de tiempo atrás. Yo, por cortesía, le di las buenas noches, me presente y pregunté su nombre.

Aquél canino solitario me miró confuso, y de un momento a otro salió corriendo en dirección contraria a nuestro andar. 

Aún sigo preguntándome si mi pregunta le ofendió, o si es que simplemente fue en busca de un nombre para poder presentarse.