18 junio 2012

SANAR


Llegó el momento en que ese “para siempre”, termina.

Cuando te das cuenta que mis alas no pueden llevarte tan alto como quieres y las cortas sin desidia.

Ahora todo es dolor.

Un corazón partido llora sangre mientras te recuerda.

En la cura se engrapan los pedazos de los restos que quedan, y en cada golpe que sana, el dolor es inevitable.

Desearía una anestesia con tu nombre para no sentirte y una vacuna para que salgas de mi.

Es cierto que el tiempo cura las heridas, pero de entre las vendas corren todavía las pruebas de la herida. Cuando por fin esté libre de ti, habrá una marca que siempre me hará recordarte, una cicatriz tan larga como nuestra historia.

No temo que ese día esté lejano, sólo tengo miedo a que ese día en el que tenga que olvidarte, nunca llegue.