Cuando te das cuenta que mis alas no
pueden llevarte tan alto como quieres y las cortas sin desidia.
Ahora todo es dolor.
Un corazón partido llora sangre mientras
te recuerda.
En la cura se engrapan los pedazos de
los restos que quedan, y en cada golpe que sana, el dolor es inevitable.
Desearía una anestesia con tu nombre para
no sentirte y una vacuna para que salgas de mi.
Es cierto que el tiempo cura las heridas,
pero de entre las vendas corren todavía las pruebas de la herida. Cuando por
fin esté libre de ti, habrá una marca que siempre me hará recordarte, una cicatriz tan larga como nuestra historia.
No temo que ese día esté lejano, sólo tengo
miedo a que ese día en el que tenga que olvidarte, nunca llegue.