19 febrero 2010

REGRESO A CASA

Ya es hora de regresar a casa, la noche obvia en el cielo, es tiempo de olvidarse del día laborioso y estresante que resultó ser. Como es costumbre el autobús en la parada del centro esperaba. Subo buscando un asiento vacío, el cual a primera existía en un primer vistazo, hasta que volví la mirada al rincón que la luz no lograba iluminar correctamente por un foco que no funcionaba como debería. Me acerco con cautela y al llegar, una chica hermosa de apariencia misteriosa custodiaba el último asiento disponible, un asiento del lado de la ventanilla en una de las secciones traseras.
¿Me permites?-Fueron mis palabras-
Sin decir nada, la chica con su inmensa gracia femenina se levantó de su asiento poniéndose a mi lado para abrirme camino, y mientras daba aquel paso que permitiría sentarme, pude percibir su fragancia dulce que emanaba de ella.
Como era costumbre el viaje implicaba recostarse en el asiento y dormir aquel trayecto algo extenso, pero aquella vez no podía; aquella presencia a un costado mio, por alguna razón, me ponía nervioso sin dejarme conciliar mi reposo.
Las luces del tráfico dejaban entrar el fulgor que acariciaban aquel rostro adormilado que descansaba sobre la cabecera del asiento a mi lado, dejando ver su piel suave, tersa y cada detalle que me hipnotizaba. Sabía que en cualquier instante podría abrir los ojos, delatando mi debilidad hacia su belleza.
Para mi infortunio no fue así.
Súbitamente la luz que era escasa en esa zona, terminó por desaparecer por completo, gracias a el fallo total de aquel foquito que nos iluminaba sobre nosotros, la luz del tráfico se había ofuscado totalmente después de la encrucijada en donde todos se dispersaban hacia diferentes destinos. El rostro de aquella chica ahora se perdía en la oscuridad. Lo único que percibía ahora, era su respiración que lanzaba hacia mi cuello, que sentía cada instante más cercana.
Mi nerviosismo no se hizo esperar, ya no podía voltear a ver su rostro por temor a que me observara; ahora agachaba la mirada que sólo me dejaba ver sus lindas manos entrelazadas en la que sus pulgares jugaban pasando uno sobre el otro.
Ese instante permitió darme cuenta que aquella chica no estaba en su totalidad dormida, al parecer fingía.
Abrió por unos instantes sus ojos curiosos, como queriendo averiguar si la observaba. En cuanto voltee nuestras miradas se cruzaron por unos instantes y ella cerró sus ojos sin discreción alguna pero con mucha premura. Su intención fue obvia para ambos, pero pretendimos que jamás sucedió, tal vez para conservar la magia del momento que se forjaba en la atmosfera. Ella no se voltea, deja su cabeza en mi dirección, incluso un poco más cerca de lo que estaba al principio. Tomo un momento para voltearme y suspirar por la tensión que me provoca.
Percibo el exterior y observo que estoy muy cerca de mi destino.
¿Qué hago?
Mi temperatura sube involuntariamente y mi corazón pareciera que quisiera salir de mi pecho hasta que me deja sofocado haciendo que respirar sea difícil. Deseo conocerla, saber a que saben sus labios.
Después de demasiado pensar me percato que el camión para, pues llegó a la primera parada, donde tengo que abandonar el autobús; los pulgares de aquella chica que dejaría de ver para siempre habían dejado de bailar y ella despertaba de su sueño falso para bajar la mirada con un aire de decepción.
Lo normal hubiera sido que hubiera pedido permiso para que me deje salir al pasillo del autobús, pero lo imposible sucede dejando que todo suceda en la oscuridad que nos rodea.