Aquel instrumento toca más allá de las notas, toca el alma. Un instrumento tan dulce y amargo. Reconforta y nos tranquiliza, pero también acude a la nostalgia y a veces a la tristeza, incluso tan espectral que causa escalofríos.
Ese es el instrumento que va más allá, el Violín Negro.
Quien creó ese violín esperaba que sus acordes llegaran al alma de la gente. Pero el destino siempre es incierto, muchas veces cruel. Se esperaba conmover a la gente, hacerla feliz, llenar de dicha el espíritu con la música, pero algo pasó.
El primer dueño de aquél instrumento usaba el violín para tocarlo a su esposa, su gran y eterno amor. Un día, por azares del destino, su amada perdió la vida de una manera despiadada y cruel. No fue algo natural. Pasó en un callejón solitario, alejado de ayuda de su marido o de alguien que le importara, pero sí muy cerca de malas personas que sólo buscaban dañar y abusar de alguien esa noche.
Así que desde ese día, ese violín cambió. Seguía reflejando los sentimientos de su dueño, que ahora eran más oscuros que la noche. Poco a poco el violín absorbía los sentimientos de su dueño. Lo reflejába a primera vista mientras su madera se tornaba de color negro.
Como siempre, el tiempo pasó y aquel dueño dejó el mundo, pero también dejó su vida en el violín. Desde ese entonces, aquel violín sólo podía transmitir amargura, tristeza y soledad, aún en las piezas alegres. Cada portador, desahogaba sus demonios internos. Mientras se tocaba, todos apreciaban la sinceridad de las notas, aún cuando reflejaran desdicha.
Así que desde ese día, ese violín cambió. Seguía reflejando los sentimientos de su dueño, que ahora eran más oscuros que la noche. Poco a poco el violín absorbía los sentimientos de su dueño. Lo reflejába a primera vista mientras su madera se tornaba de color negro.
Como siempre, el tiempo pasó y aquel dueño dejó el mundo, pero también dejó su vida en el violín. Desde ese entonces, aquel violín sólo podía transmitir amargura, tristeza y soledad, aún en las piezas alegres. Cada portador, desahogaba sus demonios internos. Mientras se tocaba, todos apreciaban la sinceridad de las notas, aún cuando reflejaran desdicha.
Un violín muy especial. Miles de historias en cada nota, lagrimas en cada movimiento; conmoviendo en cada pieza.